La guerra de divas está encarnizada. Nunca, como ahora, tantas mujeres luchaban a codo y tacón partido por llegar al podiumde las reinas del pop. Aquí, al contrario que en los premios literarios, no existe eso de ex aequoy es ley que solo puede quedar una. Está claro que hay sitio para todas pero también que hay que ponerse en fila. Y para dejar sitio a las nuevas hay que mover a las antiguas.
Gaga, Perry, Ke$ha, Rihanna, Allen, todas han llegado y suben rápido como la espuma del champán francés que malgastan en sus reservados con raperos de nombres imposibles. Algunas de las veteranas parecen resignadas y ocupan puestos laterales, la mismísma Madonna parece reducida a vender bolsos y corsés italianos y Britney pasa ya hasta de las abdominales, pero la que parece no resignarse es Christina Aguilera.
Después de cimentar su carrera bajo la sombra de la Spears en una comparación constante de la que parece haber salido, al menos en lo personal, mucho mejor parada, ahora intenta dar un golpe de efecto con su nuevo disco. Su nuevo vídeo se ha convertido más que en un fenómeno a lo Telephone de GaGa y Beyoncé, en un bluff donde la gente establece una comparación tras otra.
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