Una vez Quentin Tarantino alcanzó la gloria con ‘Pulp Fiction’, con premios en Cannes, con un Oscar que lo elevaba al olimpo de Hollywood, se convirtió en el cineasta joven llamado a renovar el cine norteamericano. En torno a su figura y sus únicas dos películas se formó todo un fenómeno fanque alcanzaba cotas insospechadas. También es cierto que el propio Quentin aportaba un valor añadido: carácter extrovertido, verborrea abundante y ganas de convertirse en un estrella mediática sin complejos.
Todo eso fue lo que logró tras su enorme éxito. Pero también conseguía enamorar a la mayor parte de la crítica especializada, había conseguido todo un hito con ‘Pulp Fiction’ y el futuro era algo que se mirarían más ojos y con mayor intensidad. También sus detractores, que de todo tiene que haber a pesar de su sobrada demostración de talento, estaban al quite para asestarle un golpe al menor tropezón. Sin embargo, Quentin se dedicaría a crecer como figura y tardaría, pero llegó con un nuevo título en 1997. ‘Jackie Brown’ sería la menos tarantiana de sus películas (inclusive hasta el día de hoy), era una reinvención, una forma de reivindicar que su cine era algo más que sangre, violencia y fama desmedida.
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